Gallego no es un pintor de caballete ante el modelo, sino receptivo y sensible que luego, en su estudio, reelabora lo visto o intuido, y en esta tarea es donde vuelca su verdadero hálito creador. Armonioso en el colorido, lo adecúa siempre al tema y al momento oportuno, con luces serenas y en ocasiones audaces: tonos alegres para ciertos exteriores luminosos o tamizados e íntimos en los interiores, como un medio más de su expresión anímica.

J.L.Pérez de Castro

        (Académico C. Real de la Historia)