Hay rincones en los que Jesús Gallego se deja un poco el alma. No importa que sean umbríos, como la verja barroquizada de un verde feraz, o un rincón en el ensueño del Barrio Latino de París, donde las luces dispuestas en juegos indirectos, realmente crean una atmósfera, un mundo de sugestión. El trabajo de línea limpia y rápida de su dibujo, soportando un colorido luminoso, adecuado a las emociones impresas, a la disposición de las escenas, acabadas siempre en formas dulces redondeadas, suaves y esa mezcla de técnicas, con predominio de los lavados de aguada y de trabajosos detallismos del entorno, hacen de la pintura de este gijonés un objeto para ver con el corazón.
Felix C. Fernández López Diario de León – 1988 |